Para levantar mi autoestima mamá incurría en comparaciones inexplicables. Cuando me quejaba de mi pelo voluminoso, me decía que era un disparate, que así lo usaba Rita Hayworth. Cuando lo que me obsesionaba era mi nariz, me decía que Barbra Streisand tenía una nariz enorme y así y todo, era fabulosa.
Cuando tenía 17 me sugirió... ¿Porqué no le escribís una carta al príncipe Carlos, chiquita?. Según mamá, el futuro rey de Inglaterra caería rendido sobre mis pies número treinta y nueve en cuanto terminara de leerla. Ni se daba por enterada que a mi el príncipe me parecía un viejo con cara de pájaro y que yo estaba planeando meterme en un convento para huir de la realidad. No contenta con su fantasía de que viviese en el Palacio de Buckigham, un día apareció con la loca idea de que tenía que conocer al hijo del Aga Khan. ¿A quién? Yo pregunté si era el de los panes ya que confundida creí que me hablaba del hijo de Carlos Sacaan, el que garantizaba panes por televisión. Pero no. No era el panadero al que mamá se refería. Era otro candidato rídiculo e inalcanzable pero relleno de sangre noble, eso sí.
- Yo te pago el pasaje para que te lo cruces en Oxford, gordita, me decía. Con lo bien que hablás inglés…
Según mamá ese era el único requisito que necesitaba para conquistar a sus extraños candidatos de realezas lejanas.
Pero yo seguía manifestando serios problemas de autoestima que mamá insistía en curar con su extraño método de las comparaciones.
Pero yo seguía manifestando serios problemas de autoestima que mamá insistía en curar con su extraño método de las comparaciones.
- Mamá, tengo las piernas gordas...
- Fuertes, como las de Amelita Vargas.
- Mamá, mis labios parecen dos salchichas de viena..
- No digas pavadas. Son sensuales... como los de Jean Paul Belmondo.
- Mamá, soy demasiado alta, me siento Obelix.
- Qué disparate. Esther Williams mide 1.75.
- Mamá, soy demasiado alta, me siento Obelix.
- Qué disparate. Esther Williams mide 1.75.
Nunca terminaba de entender si las comparaciones que hacía mamá eran edificantes o desmoralizantes. Si lo que me brindaba era una ayuda invaluable o una insinuación velada de que esperaba mucho más de mí.
Yo no tenía la nariz tan grande como la de Barbra Streissand... pero tampoco su voz de terciopelo.Es cierto. Tenía el pelo inflado como el de Rita Hayworth, pero ni un gramo de su belleza extraordinaria. Los labios carnosos de Jean Paul Belmondo, pero ninguna oferta del cine francés para protagonizar una película de acción. Las piernas de Amelita Vargas, pero la cintura de Danny de Vitto.
Y el Príncipe Carlos jamás recibió esa carta. Y con la plata del pasaje para ir a conocer al Aga Kahn mamá arregló la trompa chocada del Falcon.
Con esta autoestima de porquería igualmente conseguí novio y me casé. Y mamá me ayudó hasta último momento. Un mes antes de mi casamiento me obesioné con la idea de que tenía cara de varón. En las pruebas del vestido cada vez que me miraba al espejo sentía que era mi padre disfrazado de novia.
Una vez más mamá salió en mi auxilio.
- Mamá. Me parece que tengo cara de varón…
- Ay..no te preocupes, mi chiquita…con el tul y las flores...
me encanta lo que escribis, me estoy haciendo adicta. te mando un beso grande. carola
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Carola! Lo que me decís me hace bien y me da ganas de seguir contando estas extrañas experiencias entre una madre y su hija! Abrazo
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